¿Existe la discriminación lingüística en el Perú?

«Cuando una lengua muere, se muere una forma de ver y de sentir, de percibir aquello que llamamos realidad. Aunque podamos traducir las palabras, son otros ojos y otros los sentimientos que se manifiestan».

-Rubén Albarrán 

El hecho de oficializar una lengua como idioma es un acto simbólico que atañe al respeto por los diversos grupos étnicos que conforman la sociedad peruana. En efecto, la Constitución Política de 1993 en su artículo 48 menciona: «Son idiomas oficiales el castellano y, en las zonas donde predominen, también lo son el quechua, el aimara y las demás lenguas aborígenes, según la ley». Sin embargo, en la práctica, ¿realmente se respeta la diversidad de lenguas que conviven en el Perú? En otras palabras, ¿de qué forma conviven las lenguas? 

El tema que deseamos tocar en el presente artículo es la discriminación lingüística en nuestro territorio. Para ello, revisaremos el concepto de discriminación lingüística en sí, sus causas, ciertos casos donde se ha manifestado y, finalmente, sus efectos en la sociedad peruana. 

Primeramente, cuando hablamos de discriminación linguistica, estamos refiriéndonos a un conjunto de pensamientos/creencias por los cuales se considera a una lengua inferior a otra en determinado contexto social. Asimismo, esto incluye, de forma estrecha, a la discriminación hacia determinada cultura que se asocie a tal lengua. Así, vemos que la lengua remite a su cultura. 

En el Perú, este fenómeno se observa tanto en la vida privada y pública. Presenciamos casos como la discriminación de cibernautas y académicos en torno al video educativo «Los castellanos del Perú» (2020), la calificación al castellano como la «lengua culta», y calificativos ofensivos al congresista Guido Bellido por emplear saludos en quechua a la nación. 

Debido a ello, en la actualidad, nos llegamos a preguntar: ¿Qué motiva la diferenciación del castellano como la forma idónea de comunicarse frente a otras lenguas? Más allá del argumento pragmático, el «la mayoría habla en castellano, por lo que la currícula educativa, política y demás instituciones sociales lo deben emplear», se halla un trasfondo histórico y político que afecta, en el día a día, a personas que no tienen por lengua materna el castellano, sino una considerada “originaria”. 

Como se ve en la época colonial, la lengua se ha empleado como un instrumento de poder sobre las poblaciones subordinadas. En el caso del virreinato peruano, el castellano fue privilegiado como instrumento de escrituras legales, planes de desarrollo económico y administración política de los espacios de reunión de los integrantes del Virreinato. Así, «la lengua fue una herramienta de poder, ya que, mediante esta, el vencedor se comunicaba con el vencido y establecía lazos de convivencia» (Zamora 2020: 23). En efecto, si hablamos de lengua, no todos los ciudadanos peruanos parten de un mismo lugar, ni histórico, ni político. Ello se relaciona con las lenguas con las que se educan en los entornos familiares y entornos educativos más cercanos. 

Ahora, ¿quiénes hablan lenguas diferentes al castellano? Entre los grupos más conocidos, hallamos a las comunidades quechuahablantes, que, a pesar de ser el grupo no castellano hegemónico, reporta haber bajado sus índices de hablantes entre 1941 y 1982, de un 31% a un 11%, y las cifras estiman que la tendencia tiende a menos en próximos estudios (Renker 2004:5). Por otro lado, hallamos casos de lenguas marginadas en su uso como el taushiro que, de acuerdo con el Ministerio de Cultura (2020), cuenta en la actualidad con un solo hablante, el señor Amadeo García García. 

Respecto al último caso, el uso diario es lo que evita que una lengua viva se convierta en una muerta, o, lo que es similar, una anécdota para la  lingüística. Debido a ello, la RAE ha pasado de una labor normativa, de decir cómo se debe hablar, a una labor descriptiva, la de recopilar las formas de habla del castellano (BBC s/f). 

Aun así, se debe recordar que, aunque diversas personas discriminan lenguas originarias como el quechua en diferentes espacios, estas mismas emplean -inconscientemente- palabras de origen quechua, aimara, entre otras. Ejemplificando, podemos hallar en el léxico de muchos peruanos las siguientes palabras: carapulcra, del aimara qala ‘piedra’ y phurka ‘asado, y choro, del quechua ‘churu’ (Baldoceda, 2016). Eso nos recuerda nuestra diversidad cultural y lingüística. 

Acorde a Bourdeau, las políticas lingüísticas de prohibir determinada forma de expresarse limitan el campo de acción a sus hablantes, al no «asimilarse» a las personas en el sistema social y político. Esto se ve en relación a la institucionalización que se puede percibir desde la “economización” del poder en acción (Moreno, 2006, p. 5). En otras palabras, se ha institucionalizado la creencia de que los motivos prácticos superan a los inclusivos en políticas de participación ciudadana. Ejemplos de esto son la idea de que una lengua debe difundirse con mayor diligencia por parte del Estado si es más conocida frente a otras. Este es el caso del Decreto Ley 21156, vigente del año 1975 a 2011, que privilegiaba el deber moral del Estado con el quechua, en desmedro del reconocimiento que debían tener otras lenguas originarias para su uso en educación, investigación, procesos consultivos, entre otras actividades. Actualmente, hay un deber no sólo respaldar lenguas originarias como quechua y aymara, reconocidas expresamente, sino también todas aquellas que identifiquen y sirvan de vehículo al ciudadano para comunicar sus intereses. 

¿Cómo superar estos casos de discriminación lingüística? Existen diversas formas de superar esta situación: la educación lingüística inclusiva, con proyectos de literacidad académica para grupos vulnerables a la discriminación, participación en política y medios masivos, etc.  Así, entre ellas, podemos enunciar la posibilidad de mejorar la condición económica de las personas indígenas. La movilidad social es importante: a través de los espacios de poder, se puede participar del diálogo sobre cómo debe dirigirse la normativa legal, social y los cambios que estas implican.  

Alejandra Cáceres. Qhumanta

Fuentes 

Baldoceda Espinoza, A. (2016). Observaciones de palabras aimaras, quechuas y puquinas en el Diccionario a de la lengua española de la Real Academia Española de la 23. edición, 2014. Letras (Lima), 87(126), 104-123. https://doi.org/10.30920/letras.87.126.6 

BBC (22 de agosto de 2022). El ‘poder blando’ de la lengua (I). El País. https://elpais.com/cultura/2016/02/26/actualidad/1456514376_285795.html 

Constitución Política del Perú [Const]. Art. 48. 22 de agosto de 2022 (Perú).

Ministerio de Cultura (22 de agosto de 2022). Taushiro. Base de datos de pueblos indígenas u originarios. BDPI. https://bdpi.cultura.gob.pe/lenguas/taushiro 

Moreno, M. (2022, agosto ). Bourdieu, Foucault y el poder. Voces y Contexto. https://www.uv.mx/tipmal/files/2016/09/BOURDIEU-FOUCAULT-Y-PODER.pdf 

Renker, T. (2014)  «El uso del quechua en el Perú: Una investigación de identidad y performance cultural» (2014). Honors Theses and Capstones. 174. https://scholars.unh.edu/honors/174 

TV Cultura. [Red Lingüística] (8 de junio de 2020). Aprendo en casa. Los castellanos del Perú [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=5qnLb5D7kHY&ab_channel=RedLing%C3%BC%C3%ADstica 

Zamora Huamán, M. A. (2020). Breve evolución histórica de la discriminación lingüística en el Perú. Lengua Y Sociedad, 19(1), 21–28. https://doi.org/10.15381/lengsoc.v19i1.22314

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